Con la llegada del verano, el concejo de Cudillero, al igual que los del resto de Asturias, explota en fiestas. Rara es la aldea o parroquia que, llegada esta época, no celebra a «su Virgen» o a su santo patrón.
Pero, sin ningún lugar a dudas, las que despiertan mayor interés, por su popularidad, son las celebradas en la villa capital, durante los días 28, 29, 30 de junio y 1 de julio, para festejar a San Pedro, que, junto con San Pablo y San Pablín, forman, al decir de los pixuetos, «el tridu de las fiastas».
A lo largo de estos cuatro días, el jolgorio y el buen humor se apoderan del pueblo, gozando de gran fama sus verbenas, pues las mismas se alargan hasta bien entrada la madrugada, al tiempo de estar amenizadas por orquestas de gran renombre.
Son famosos también los oficios religiosos, con misas y procesiones, teniendo lugar el día 30, festividad de San Pablo, la Misa Sacramental, precedida de la procesión del Santísimo y en la que participan los niños que ese año recibieron su Primera Comunión. El 1 de julio, día de San Pablín, se celebra una misa en la dársena del puerto y, a continuación, tiene lugar una procesión marinera, en la que desde varias embarcaciones se arrojan coronas al mar como tributo a los compañeros muertos.
También ese mismo día, en la mítica Fuenti’l Cantu se celebra el bautizo pixueto, que cada año va alcanzando mayor popularidad, mediante el cual y, tras un «acto de fe», todo forastero que se sienta pixueto quedará vinculado para siempre a este pueblo y a estas fiestas.
En esta crónica de las fiestas de Cudillero, he querido dejar para el final lo que en realidad constituye el eje central de las mismas, el tradicional sermón de L’Amuravela.
Todos los años, cada 29 de junio, festividad de San Pedro, hacia la 1 de la tarde, tiene lugar en la Ribera de Cudillero esta tradición, que se viene repitiendo, según los estudiosos, desde el año 1569, es decir, coincide en el tiempo con la construcción de la iglesia parroquial, bajo la advocación de San Pedro; en ella un vecino de la localidad da cuenta, en verso y en pixueto, al santo patrón de todos los hechos acaecidos a lo largo del año, al tiempo que se le pide protección para el año venidero; esto constituye la primera parte de L’Amuravela, puesto que la otra, bien diferenciada, es la maniobra de saludo donde se dan voces de mando: «¡Amura vela!, ¡isa vela!, ¡fuego a babor!, ¡fuego a estribor!, ¡Viva Pedro!».
Esta segunda parte guarda gran relación con el hecho de que por este tiempo habían regresado de la conquista de La Florida los marineros pixuetos que tomaron parte en la misma, a bordo de la nao El Espíritu Santo, construida en este puerto y en cuya expedición iba al frente D. Alonso Menéndez Marqués, vecino de Cudillero y sobrino de D. Pedro Menéndez de Avilés, Adelantado de la Florida. Es más que probable que durante ese viaje aprendieran el saludo que se le hacía al buque insignia y al almirante, y ellos quisieran hacer lo mismo con San Pedro, «su Almirante».
A continuación se realizan unas maniobras con las velas, se queman dos xigantes que previamente había sido colocados a ambos lados del predicador y se explosiona una gran traca que deja sumida la Ribera de Cudillero en una gran nube de humo e impregnado su ambiente en un fuerte olor a pólvora quemada.
A lo largo de su existencia, L’Amuravela sufrió diversos avatares, que siempre terminaban con la suspensión del sermón por parte del párroco de turno, el cual hacía de forma sistemática referencia al tono irreverente en que el recitador se dirigía a San Pedro; hay que tener en cuenta que, por aquel entonces, L’Amuravela se recitaba con la presencia del santo.
Las dos últimas suspensiones que sufrió L’Amuravela tuvieron lugar una a mediados del siglo pasado cuando el cura, al considerar que el recitador se había extralimitado en el sermón del año anterior, intentó, sin conseguirlo, que después de la procesión el santo entrara para la iglesia sin ir a la Ribera a presenciar el sermón. Los marineros, considerándose legítimos propietarios de la imagen de San Pedro, reclamaban su derecho a llevarlo a la Ribera; en este forcejeo, una parte del pueblo entró con el sacerdote en el templo y los otros continuaron con la imagen a escuchar L’Amuravela; al regresar con la imagen a la iglesia venían cantando:
Si el señor cura no quiere
que Felipe eche el sermón,
que renuncie de este pueblo
y que nos deje al Patrón.
Esta copla se siguió cantando, hasta que el cura, asustado, renunció.
El segundo incidente fue a principios del presente siglo, cuando Xuan de la Cuca, encarándose con San Pedro y desenvainando su sable, le dijo en tono amenazante:
Si falta pescao o pan,
de un sablazo vas al suelo,
cojo las llaves del Cielo,
y se las doy a San Xuan.
Al año siguiente y por temor a que se repitiera un incidente similar, el párroco suspendió el recitado del sermón. Fue entonces cuando surgió la copla más conocida de L’Amuravela y que ha pervivido a lo largo de todos estos últimos años:
Mientras Cudillero viva
y duri la Fuenti’l Cantu
vei San Pedro a la Ribera,
con todus lus demás Santus.
Desde entonces se siguió celebrando la procesión hasta la Ribera, pero no había Amuravela. En el año 1913 se intentó reponer nuevamente, pero no fue así, por lo que en las danzas se cantó:
Queremos L’Amuravela,
qu’es cosa d’antigüedá,
y si el cura non la quier,
que se vaya al sóu llugar.
En 1946 se recuperó nuevamente esta gran tradición; era alcalde de Cudillero D. Luis Antolín y párroco D. Juan Menéndez. El acuerdo a que llegaron la autoridad civil y la eclesiástica era que se llevaría el santo a la Ribera, se le cantaría el Himno y volvería a la iglesia para, a continuación, dar paso al sermón sin su presencia, y así es como se vino haciendo hasta la actualidad.
En este año de 1946, escribió y recitó el sermón Antón de la Colona, contando para ello con la colaboración de Elvira Bravo, quien, desde el año 1947 y hasta su muerte en el año 1986, vino escribiendo ininterrumpidamente los versos pixuetos, convirtiéndose en la verdadera alma máter de la recuperación de tan secular tradición.
A lo largo de los siglos y hasta el año 1902, L’Amuravela ha tenido varios recitadores, entre los que cabe destacar a: Xuaco Gaitano, Unvela, Xustín, Felipón, Xuan de la Cuca; a partir del año 1947 y hasta nuestros días se han subido a la popa de la embarcación varada en la Ribera: Antón de la Colona, en el año 1946; Antonio García Novo (Diego), en los años 1947, 1949, 1950, 1951, 1952 y 1953; Juan Luis Álvarez Bravo (Totó), quien tuvo su debut en el año 1948 por ausencia de Diego y posteriormente, a partir del año 1954 y hasta 1984, lo hizo ininterrumpidamente; y, ya por último, el actual recitador, Cesáreo Marqués Valle, quien tomó el relevo de Totó en el año 1985.
Al igual que han sido varios los recitadores de L’Amuravela, lo mismo ha sucedido con sus autores, siendo éstos desde su reposición: Antón de la Colona, en el año 1946; Elvira Bravo, desde 1947 hasta 1986; Juan Luis Álvarez Bravo, Totó, quien sucedió a su madre en 1987 y escribió los versos hasta 1993, y Cesáreo Marqués Valle, el cual, además de ser el recitador, también es su autor desde el año 1995.
L’Amuravela ha sido declarada Fiesta de Interés Turístico en 1976, justo al cumplirse los 30 años de su reposición. Hoy en día puede afirmarse que esta tradición no corre el más mínimo peligro de desaparecer ni de sufrir los avatares de antaño y que seguirá reuniendo en la Ribera de Cudillero a miles de romeros que cada año acuden, puntuales, para escuchar a su recitador comenzar el sermón diciendo:
En el nombri de Jesús
y la Virgin Soberana,
vou ichar l’Amuravela,
comu San Pedru asperaba.